AMPLITUD TERMICA MODULADA

17 de mayo de 2012

Anoche me acosté con veinticuatro grados y hoy amanecí con nueve. Sonó el despertador y sentí que era la alarma del freezer indicando que dejé la puerta abierta. Me acurruqué cerca de mi marido que románticamente dormido me preguntó “qué hacés?”. “Tengo frío”, contesté. Siguiendo con la ternura matinal que lo caracteriza me preguntó por qué no me abrigaba para dormir. Si ayer hubiera puesto frazada me trataba de loca. No sé si les dije, pero estoy casada con un hombre.

Me acovaché con las sábanas y la mantita veraniega hasta las orejas y encendí la tele jurando poner el acolchado esa misma noche. En la parte inferior de la pantalla se dibujaban la hora, la temperatura y la sensación térmica. A saber: 06:52, T 11, ST 9. Deprimente. La hora y la temperatura. Esto es ideal para Moreno. En otoño tendría que manejar el clima con el mismo criterio que la inflación. De última, se nos congelaría el alma, pero creeríamos que es sólo una sensación. Térmica.

Más arriba de los numeritos, aparece el mapa de la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores con la voz de Mauricio Saldivar de fondo diciendo que la máxima prevista será de veintitrés grados. Acto seguido, explica científicamente el concepto de “amplitud térmica” para rematar recomendando vestirse “como cebolla”, en capas, para poder ir quitándolas una a una conforme se acerque el mediodía.

Es claro que Saldivar no viaja en bondi, ni en subte, ni en tren. Definitivamente. Además, no es mujer. No sólo salta a la vista sino que se nota que en su vida tuvo que transportar su humanidad sobre diez centímetros de taco aguja, llevar una cartera (léase baúl de mano) llena de porquerías, un libro por las dudas que milagrosamente consiga un asiento y pueda leer, una bolsa de compras varias y a todo eso sumarle las “capas” de ropa.

Para los que se preguntan por el rubro “compras varias”, me refiero a la yerba, galletitas, sopas, caldos, té, café y/o almuerzo de escritorio que llevamos a la ida para la oficina y algunos ingredientes para la cena, el cuaderno cuadriculado para el mayor, la caja de pinturitas para el menor, las zapatillas del marido que retiramos de la zapatería y el paracetamol para una misma que traemos en el viaje de vuelta a casa.

Así las cosas, me enfrenté con el placard. Sentada en el borde de la cama hecha bollito miro de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha y empiezo a barajar opciones. A esta altura, tengo a la loca gritándome adentro que me vuelva a meter en la cama, a mis hijos gritando para que me siente a desayunar al lado de ellos y a mi marido gritando porque no puede ser tan difícil vestirse.

Es que los hombres no entienden la complejidad del atuendo femenino. El usa jean, remera y buzo polar todo el año. Lo único que cambia es el largo del jean pasando de bermuda a pantalón y cambia de sandalia a zapatilla según la ocasión. Como mucho agrega una campera si el frío es ártico. Tiene calor, se saca el polar. Tiene frío, se pone el polar.

Cómo le explico que si me pongo pollera tiene que ser con medias si uso zapatos y sin medias si uso sandalias? Que si me pongo pantalón todo depende del taco del calzado para que no lo pise, por ejemplo si uso chatitas? Cómo traducir la diferencia entre un blazer de verano y uno de invierno, que, además tiene que combinar con el pantalón o la falda… y los zapatos, obvio?? Y cómo hacerle entender la diferencia de temperatura entre “arriba del bondi, todos apretaditos” y “abajo, en la calle, caminando de cara al río” y “adentro de la oficina, edificio corporativo, calefacción centralizada”?

Esta es una época desgraciada del año. Es la época en la que te encontrás por la calle con la ridícula en sandalias y dedos al aire y la ridícula con botas con interior de corderito. Es la convivencia cordial entre quienes prolongan el verano y quienes adelantan el invierno. Cordial hasta que la de botas le da un pisotón a la de sandalias, lógico.

Y en la oficina estamos las de polera o camisa manga larga pidiendo que apaguen la calefacción y las de musculosa de seda, elegantísimas con piel de pollo y timbres solicitando la prendan.

La misma tendencia se presenta a la hora de los alimentos. Mi hijo mayor quiere la leche fría, porque hace calor, y el menor la quiere “calentita”, porque hace frío. Y si pienso en hacer una ensalada para la noche me miran con cara de guiso de lentejas… y si digo que comemos lasagnas lloran a moco tendido por unos tomates rellenos.

Y ni hablar de la planificación de las salidas de fin de semana. Si los abrigo mucho, termino jugando al burro de carga con buzos, camperas y mochilas encima mientras todos retozan por el parque. Y si van en remerita nos tenemos que volver a las cuatro de la tarde porque “el viento me molesta”. Y después la loca soy yo, claro.

Y sigo mirando el placard sin saber qué ponerme… El pantalón blanco? No. Los zapatos blancos son abiertos adelante. La pollera azul? No. El blazer que combina es finito. Si me lo pongo con un sweater abajo? No. Es muy entallado y me voy a sentir ajustada todo el día. El vestido negro? No. Todavía no compré medias largas oscuras. Me entrará el traje gris del año pasado?

- Adri!!!! Y???? Se enfrían las tostadas.
- YA VOOOOOOOOOOOOY!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! (La loca, eh? A mí no se me ocurriría gritarle a mi marido y menos si me hizo las tostadas. No sé si les dije... pero qué bien casada que estoy!!).

Me estoy acordando de una publicidad de perfume para nenas que había cuando era chica. No recuerdo la marca. Mi hermana, que no sé si les dije, pero en ninguna estación del año sabe cómo vestirse, seguro que se acuerda. Se trataba de una obrita de teatro o de títeres, en el que una muñeca decía que no sabía qué ponerse. El público le gritaba “las medias verdes, las verdes”. Y la muñeca decía que no le gustaban y las tiraba. Entonces el público le coreaba “las coloradas, las coloradas”, porque en televisión no se dice rojo, viste? Y la histérica de la muñeca volvía a decir que no le gustaban y las tiraba poniéndose a llorar. Y ahí, una superada voz en off le decía “ponete perfume, perfume, nena, per-fu-me”.

Eso debería hacer ahora. Ponerme perfume. Me voy a desayunar en pijama y lo vuelvo a pensar en cinco minutos. Está fresco para tampón y vincha.

 

Copyright © 2012 Adriana Fernandez